viernes, 17 de febrero de 2012

Reflexión viernes 17 de febrero


AGRIDULCE…

LEER ESDRAS CAPÍTULO 3

12 Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría.13 Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos.                (Esdras 3:12-13)

Los judíos regresaron a casa. Empezaron a repartirse las tierras según le tocaba a cada quien. Volvieron a juntarse en sus respectivas familias. Finalmente, después de varias décadas de exilio regresaban donde pertenecían. Podían volver a encontrarse con Dios en Israel, excepto que no había templo. El templo fue destruido cuando fueron deportados y sólo quedaban los cimientos. Entonces tenían la dura pero emocionante tarea de reconstruir el templo, o mejor dicho construir ya un nuevo templo.

Empezaron bien, destruyendo los cimientos del primer templo para poder construir el nuevo y el pueblo empezó la algarabía y gozo porque finalmente tendrían un lugar donde estaría la presencia del Dios mismo y su majestad para poder invocarlo. Pero no todo era alegría. Muchos de los ancianos que habían visto el primer templo antes de ser destruido lloraban porque sabían que el nuevo nunca sería como el primero y lloraban de pesar por ver su antigua gloria finalmente enterrada. Fue tanto su llanto que se escuchaba igual de fuerte que los gritos de júbilo y alegría.

Pero Dios nunca cambia. Su presencia estaría en este nuevo templo como estuvo en el anterior. La gloria que los ancianos y sacerdotes lloraban era la gloria externa, pero la belleza interna, la gloria de la majestad de Dios permanecería. La actitud de llanto estaba opacando la alegría y en vez de enseñar al pueblo como evitar volver a lo mismo y levantarse, los sacerdotes estaban tristes por el oro y el reconocimiento. Y al final de cuentas el segundo templo llegó a ser muy famoso porque el rey Herodes, años después, se dio a la tarea de magnificarlo y llegó a ser de los monumentos más reconocidos del mundo antiguo.

Los cambios son difíciles, el pesar de la gloria perdida es triste.  Pero si nos enfocamos en lo que ya pasó no vamos a ver lo que Dios está haciendo en el presente. Él tiene un propósito que nos incluye a nosotros pero tenemos que dejar el pasado atrás y poner los ojos en Cristo para enfocarnos en el trabajo que tenemos hoy. Levantemos las manos caídas y los rostros agachados que Dios quiere usarnos. Digamos juntos “Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!” (Salmo 30:11-12 NVI)

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