domingo, 19 de febrero de 2012

Reflexión domingo 19 de febrero


SINO DIOS…

LEER GÉNESIS CAPÍTULO 45

Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto.5 Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.6 Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega.7 Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación.8 Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.    (Génesis 45:4-8)


José realmente había entendido como funcionan las cosas. Cuando era un muchacho sus hermanos planeaban matarlo pero tuvieron compasión y mejor, lo vendieron como esclavo. ¡Qué familia! Llegó a la casa de Potifar donde por su ética de trabajo, responsabilidad y la gracia de Dios llegó a ser el gerente de las empresas de Potifar. Hasta que sus mismos principios lo traicionaron (aparentemente), y la esposa de su jefe lo acusó de forzarla cuando realmente era ella quien quería acostarse con él. Potifar conocía muy bien a su mujer porque el castigo normal hubiera sido la muerte pero Potifar metió a José en la cárcel.

Por un momento pensemos en cómo se sentía José. Está en un punto donde tiene 30 años y está en la cárcel. Sus sueños se desvanecieron, sus principios lo llevaron a la cárcel... Ah y por si fuera poco dos años atrás ayudó a un hombre importante del faraón que resultó caer en la cárcel y salir se olvidó de él. Cuando de repente parece que Dios se acordó de él y salió de cárcel. Ayudó al faraón con su don de revelar sueños (dado por Dios) y llegó a ser el vicepresidente de la nación más poderosa de su tiempo. ¡Wow!

En sus dotes administrativas estaba cuando se reencontró con sus hermanos. No lo reconocieron. Hizo varias cosas aquí y allá hasta que se llega al punto donde no soportó más y les reveló quien era. Ellos esperaban la ira de los dioses de Egipto, pero José les mostró el perdón del Dios de Jacob, su padre. ¿Cómo pudo José hacer eso? La respuesta es simple. El llego a entender que a pesar de las múltiples situaciones adversas y difíciles que vivió, Dios estaba en control. Dios tenía en su plan salvar a los ancestros de su futuro pueblo: Jacob y sus hijos (entre ellos José y sus adorados hermanos). No creo que Dios quería ver a Jose sufrir todo lo que sufrió, pero Él usó los problemas para rescatar a su pueblo cuando vino un tiempo de hambre a la tierra.

Tal vez José siempre estuvo destinado por Dios para ser el segundo al mando en Egipto y salvar a su familia, pero si no hubiera sufrido así, tal vez no hubiera estado preparado adecuadamente. Y cuando sus hermanos, también cambiados por las consecuencias de su propio pecado, esperaban castigo, José les mostró lo que él entendió: que fue  Dios y no ellos quién lo mando ahí y quien orquestó todo lo necesario para salvar, liberar y guardar a los suyos.

Dios siempre guarda, salva y libera a los suyos. Miremos hoy lo que estamos viviendo y pensemos por un momento, ¿cuál será la perspectiva de Dios al respecto? Él tiene un plan y lo quiere cumplir con nosotros, es tiempo que miremos desde su perspectiva para entender como José “no ustedes, no yo, sino Dios me ha puesto aquí y con un propósito”.

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