Juan 4:23-24
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adoraran al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre
tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espiritu; y los que le adoran, en
ESPIRITU y en VERDAD es necesario que adoren”.
Se que hemos escuchado este versículo muchísimas veces, y se
que como hijos de Dios cada vez que estamos alabándole o adorándole, pensamos
en estas palabras y deseamos hacerlo de la manera en que nuestro Padre nos pide
que le adoremos, pero a veces es difícil entender exactamente que quiere decir
adorarle en Espíritu y en verdad. Quiero dar una corta explicación que nos
ayude a entender un poco mas estas palabras dichas por Jesús.
A nuestro espíritu se le llama “hombre interior”. La verdadera
adoración toma lugar cuando el hombre interior, en respuesta a los impulsos del
Espíritu Santo de Dios, le expresa de manera tan hermosa y natural amor y
alabanza. Es algo que empieza desde nuestro interior, como cuando uno siente
que hay algo por dentro que simplemente quiere estallar de amor y pensar en
palabras hermosas para decirle a nuestro Dios cuan bueno y fiel El es. Esto
puede tomar la forma de palabras habladas, una oración silenciosa, lagrimas de
gozo y agradecimiento. La adoración verdadera requiere de la acción de Espíritu
Santo sobre nuestros Espíritu, así que solo aquel que ha nacido de nuevo por el
Espiritu a través de la fe en Jesús, puede adorar al Padre en Espiritu.
Adorar a Dios en verdad es venerarle como dice la Biblia que
debemos hacerlo. En algunos pasajes del Antiguo Testamento se dan instrucciones
de parte de Dios acerca de lo que tenían que hacer los sacerdotes antes de la adoración
a Dios, tenia que ejecutarse el
sacrificio, la limpieza, la unción y la vestidura. Los sacerdotes tenían que pasar
por mucha preparación para ir y adorar a Dios. Ahora nosotros ya podemos entrar
al lugar santísimo libremente, y si, tal vez no necesitamos la preparación
rigurosa que Dios exigía en esos tiempos, pero Dios nos llama también a entrar
hacia sus atrios con un corazón contrito, humillado con un corazón limpio,
dispuestos a adorarle sin ninguna cosa estorbándonos, dejar todo afuera y
simplemente alabarle con sinceridad y pureza de labios. Despojándonos de todo
peso, porque El ya cargo con todo eso, y solo guiándonos por el amor a nuestro
Dios. En el pasaje antes mencionado, la mujer samaritana le preguntaba a Jesús
cual era la forma correcta de adorar si en el monte o en Jerusalén, y Jesús le respondió
con estas palabras. No importa si le adoramos sentados, parados, arrodillados,
cantando o en silencio, llorando o no llorando, no importa donde le adoramos,
no importa lo que hagamos externamente, a Dios lo que le importa es que nuestro
espíritu y corazón estén conectados con el suyo y que lo hagamos sinceramente, nuestro
ser ha decidido honrarlo, exaltarlo y amarlo porque El nos amo primero y por
las maravillas que El hizo, ha hecho y hará en nuestras vidas.
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