Se Busca
Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos,
porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es
hallado. Lucas 15:32
A Jesús le gustaba hacer uso de historias para
expresar profundas verdades de una manera que mantuviera cautivada a su audiencia.
Esas historias son conocidas como parábolas. Una parábola es un relato corto,
en forma de historia sencilla, real o inventada pero no fantasiosa, mediante la
cual Jesús establece una comparación: "igual que sucede en tal caso, así
sucede en tal otro”. Las parábolas de Jesús han ganado grandes elogios, incluso
de expertos literarios. Algunas de las parábolas más famosas sólo aparecen en
el Evangelio de Lucas. En el capítulo 15 de Lucas encontramos tres parábolas
seguidas, todas con un tema similar: algo o alguien que se perdió (la oveja
perdida, la moneda perdida, el hijo perdido).
Las tres historias en Lucas 15 hacen que florezcan
sentimientos por el o lo perdido y también por quién lo perdió. Un pastor
recorre la ladera en una frenética búsqueda de una oveja perdida. Una mujer
pone la casa patas arriba por una moneda de plata perdida. Un hijo fugitivo
decide despreciar una vida de comodidad y termina medio muerto de hambre en un
chiquero. En unas pocas líneas, cada una de estas parábolas hace que se
revuelvan sentimientos de pérdida y remordimiento, sentimientos que todos hemos
experimentado en algún momento.
Sin embargo, las tres parábolas tienen el mismo
final: buenas noticias y reencuentros que reemplazan la tristeza… y una fiesta
para celebrar que se ha encontrado lo perdido. Estas parábolas nos revelan un
aspecto del corazón de Dios- su pasión por las almas perdidas, señalan el amor
sin límites de Dios por aquellos que lo necesitan de verdad y su disposición a
perdonar a todos aquellos que claman a él.
Reflexionar en estas parábolas trae esperanza y
también gran responsabilidad. Esperanza porque queda claro que si nos perdemos
podemos regresar al Padre y él nos recibirá con los brazos abiertos.
Responsabilidad porque la misma pasión que arde en el corazón de Dios por
restaurar lo perdido debe arder en el nuestro.
¿Conoces a alguien que está “perdido”? Preséntale
al Padre amoroso que lo espera con ansias.
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