martes, 11 de diciembre de 2012

Reflexión Martes 11 de Diciembre, 2012


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Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.  Lucas 15:32

A Jesús le gustaba hacer uso de historias para expresar profundas verdades de una manera que mantuviera cautivada a su audiencia. Esas historias son conocidas como parábolas. Una parábola es un relato corto, en forma de historia sencilla, real o inventada pero no fantasiosa, mediante la cual Jesús establece una comparación: "igual que sucede en tal caso, así sucede en tal otro”. Las parábolas de Jesús han ganado grandes elogios, incluso de expertos literarios. Algunas de las parábolas más famosas sólo aparecen en el Evangelio de Lucas. En el capítulo 15 de Lucas encontramos tres parábolas seguidas, todas con un tema similar: algo o alguien que se perdió (la oveja perdida, la moneda perdida, el hijo perdido).

Las tres historias en Lucas 15 hacen que florezcan sentimientos por el o lo perdido y también por quién lo perdió. Un pastor recorre la ladera en una frenética búsqueda de una oveja perdida. Una mujer pone la casa patas arriba por una moneda de plata perdida. Un hijo fugitivo decide despreciar una vida de comodidad y termina medio muerto de hambre en un chiquero. En unas pocas líneas, cada una de estas parábolas hace que se revuelvan sentimientos de pérdida y remordimiento, sentimientos que todos hemos experimentado en algún momento.

Sin embargo, las tres parábolas tienen el mismo final: buenas noticias y reencuentros que reemplazan la tristeza… y una fiesta para celebrar que se ha encontrado lo perdido. Estas parábolas nos revelan un aspecto del corazón de Dios- su pasión por las almas perdidas, señalan el amor sin límites de Dios por aquellos que lo necesitan de verdad y su disposición a perdonar a todos aquellos que claman a él.
Reflexionar en estas parábolas trae esperanza y también gran responsabilidad. Esperanza porque queda claro que si nos perdemos podemos regresar al Padre y él nos recibirá con los brazos abiertos. Responsabilidad porque la misma pasión que arde en el corazón de Dios por restaurar lo perdido debe arder en el nuestro.
¿Conoces a alguien que está “perdido”? Preséntale al Padre amoroso que lo espera con ansias. 

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