Lectura: Hechos 4 - "porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído."
Supón que
eres un joven común y corriente, bueno quizás no tan común pero sí un poco
corriente… o al revés. Como sea, estás en tus cosas y de repente una luz verde
te rodea y te lleva a donde está un ser alienígena de piel morada que está a punto de morir junto a su nave estrellada . Te entrega un foco y un bonbon de
limón de esos en forma de anillo y te dice algo así como “Con grandes poderes vienen grandes responsabilidades, que la fuerza te ajuste”… bueno… creo que ya
mezcle varios universos en una sola historia.
Pero si en
este año fuiste al cine probablemente reconocerás la escena en la que Hal
Jordan es elegido para convertirse en un Linterna Verde. ¿Cuál fue su reacción?
Pues tuvo que contarle eso extraordinario que le sucedió a su amigo. Sin duda
era algo difícil de creer pero no podía hacer menos que contar lo que le había
sucedido. No por ser increíble es menos cierto.
Con
nosotros sucede algo igual. Si has experimentado el asombroso poder de Dios en
tu vida te darás cuenta que es algo extraordinario. Una vez que tienes un verdadero
encuentro con tu Salvador ya no eres el mismo. No sé cómo fue tu caso, si fue
en algún retiro o campamento, si fue en alguna de las reuniones de MJP, o
cuando eras niño en algún evento de la escuela dominical. Lo cierto es que tu
vida fue cambiada y ¡eso es GRANDIOSO!
Ahora ¿qué
sucede cuando tratas de explicárselo a alguien que aún no conoce a Dios?, ¿cómo
le explicas a tus aleros de la escuela, colegio, barrio, etc. lo que te
sucedió? A ellos les parecerá difícil de creer. Imagínate contándoles que
“Dios, el Creador del Universo, Jesús, si ese… el de las historias Bíblicas,
pues, que crees, lo conocí. Si es cierto está vivo, y lo conocí. Y no solo eso,
él también dice que me conoce y me dice que me ama y él es de verdad.” Pero si
eso fue lo que te sucedió, no puedes hacer menos que contar lo que te pasó. Eso
es lo que hace un testigo, contar aquello que ha presenciado.
Lo mismo
les sucedió a los discípulos. Jesús los envió a contar una historia que “pocos
creerían, y nadie podía explicar”. Se
imaginan a Pedro y a Juan diciéndoles a sus demás compatriotas: “oigan, que
creen, se acuerdan de Jesús, si el carpintero/predicador que andaba siempre con
nosotros y que sanaba enfermos, echaba fuera demonios, pues en esta ciudad lo
maltrataron y mataron en una cruz, pero saben una cosa resucito, está vivo y
ahora está en el cielo sentado junto a Dios.” Puedes leer más de sus primeras
experiencias contándoles a los demás en Hechos 2 y 4.
Probablemente
estás pensando y “si les digo y no me creen, ¿cómo los convenzo?” Pues sabes
una cosa, Dios no nos llamó a convencer a nadie, eso es trabajo del Espíritu
Santo (lee Juan 16:8). Dios nos llamó únicamente a contar lo que nos sucedió y
él se encarga del resto. Dicho de otra manera, nosotros ponemos las palabras y
Dios provee las pruebas.
Así que si
Dios ha hecho un cambio en tu vida, si Dios te ha transformado de adentro hacia
afuera, si has experimentado el asombroso poder de su amor, si has vivido lo
que se siente ser perdonado cuando le fallaste una y otra vez y encontraste a
un Padre dispuesto a recibirte tal cual eres, entonces estas calificado para
usar las botas que llenan de paz e imparten paz – paz que el mundo no tiene ni
conoce – que viene de contar la sorprendente historia de las buenas noticias de
salvación. Anota en tu diario personas que conozcas a las que puedes contarles tu historia.
Y recuerda...
En el día más brillante,
O en la noche más oscura,
No perderé de vista a persona alguna.
Y aquellos que aún no han oído, sabrán,
Que llevo mis botas bien puestas,
¡Noticias del Buen Salvador!
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