miércoles, 16 de noviembre de 2011

De la Armadura – Con las botas puestas


Lectura: Hechos 4 - "porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído." 


Supón que eres un joven común y corriente, bueno quizás no tan común pero sí un poco corriente… o al revés. Como sea, estás en tus cosas y de repente una luz verde te rodea y te lleva a donde está un ser alienígena de piel morada que está a punto de morir junto a su nave estrellada . Te entrega un foco y un bonbon de limón de esos en forma de anillo y te dice algo así como “Con grandes poderes vienen grandes responsabilidades, que la fuerza te ajuste”… bueno… creo que ya mezcle varios universos en una sola historia.

Pero si en este año fuiste al cine probablemente reconocerás la escena en la que Hal Jordan es elegido para convertirse en un Linterna Verde. ¿Cuál fue su reacción? Pues tuvo que contarle eso extraordinario que le sucedió a su amigo. Sin duda era algo difícil de creer pero no podía hacer menos que contar lo que le había sucedido. No por ser increíble es menos cierto.

Con nosotros sucede algo igual. Si has experimentado el asombroso poder de Dios en tu vida te darás cuenta que es algo extraordinario. Una vez que tienes un verdadero encuentro con tu Salvador ya no eres el mismo. No sé cómo fue tu caso, si fue en algún retiro o campamento, si fue en alguna de las reuniones de MJP, o cuando eras niño en algún evento de la escuela dominical. Lo cierto es que tu vida fue cambiada y ¡eso es GRANDIOSO!

Ahora ¿qué sucede cuando tratas de explicárselo a alguien que aún no conoce a Dios?, ¿cómo le explicas a tus aleros de la escuela, colegio, barrio, etc. lo que te sucedió? A ellos les parecerá difícil de creer. Imagínate contándoles que “Dios, el Creador del Universo, Jesús, si ese… el de las historias Bíblicas, pues, que crees, lo conocí. Si es cierto está vivo, y lo conocí. Y no solo eso, él también dice que me conoce y me dice que me ama y él es de verdad.” Pero si eso fue lo que te sucedió, no puedes hacer menos que contar lo que te pasó. Eso es lo que hace un testigo, contar aquello que ha presenciado.

Lo mismo les sucedió a los discípulos. Jesús los envió a contar una historia que “pocos creerían, y nadie podía explicar”.  Se imaginan a Pedro y a Juan diciéndoles a sus demás compatriotas: “oigan, que creen, se acuerdan de Jesús, si el carpintero/predicador que andaba siempre con nosotros y que sanaba enfermos, echaba fuera demonios, pues en esta ciudad lo maltrataron y mataron en una cruz, pero saben una cosa resucito, está vivo y ahora está en el cielo sentado junto a Dios.” Puedes leer más de sus primeras experiencias contándoles a los demás en Hechos 2 y 4.

Probablemente estás pensando y “si les digo y no me creen, ¿cómo los convenzo?” Pues sabes una cosa, Dios no nos llamó a convencer a nadie, eso es trabajo del Espíritu Santo (lee Juan 16:8). Dios nos llamó únicamente a contar lo que nos sucedió y él se encarga del resto. Dicho de otra manera, nosotros ponemos las palabras y Dios provee las pruebas.

Así que si Dios ha hecho un cambio en tu vida, si Dios te ha transformado de adentro hacia afuera, si has experimentado el asombroso poder de su amor, si has vivido lo que se siente ser perdonado cuando le fallaste una y otra vez y encontraste a un Padre dispuesto a recibirte tal cual eres, entonces estas calificado para usar las botas que llenan de paz e imparten paz – paz que el mundo no tiene ni conoce – que viene de contar la sorprendente historia de las buenas noticias de salvación. Anota en tu diario personas que conozcas a las que puedes contarles tu historia. 

Y recuerda...

En el día más brillante,
O en la noche más oscura,
No perderé de vista a persona alguna.
Y aquellos que aún no han oído, sabrán,
Que llevo mis botas bien puestas,
¡Noticias del Buen Salvador!

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