Juan 4:23
“Mas la hora viene, y
ahora es, cuando los verdaderos adoradores adoraran al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren”.
Los mas buscados, aprendimos que son aquellos apartados de
este mundo, los “raros” que no hacen las cosas que todos hacen sino las que
Dios nuestro Padre quiere que hagamos. También son aquellos buscados por su
corazón de adoración. Sabemos que cuando hablamos de adoración, no solo se
limita a cuando estamos cantando en la iglesia, sino que es algo que se debe
hacer continuamente en nuestra vida, ser un sacrificio vivo de adoración hacia
nuestro precioso Señor. Pero hoy si quiero enfocarme en el momento de adoración
en la iglesia o cuando nos tomamos el tiempo para alabarle. Jesús dijo es ahora
cuando los verdaderos adoradores adoraran en espíritu y verdad, y yo quiero
creerlo de verdad. Pero muchas veces me encuentro en la iglesia cantando al son
de una alabanza automáticamente. Cientos de veces en los que mis pensamientos
ahogan mi adoración hacia Dios, porque estoy pensando: “que voy a hacer después
del culto? que voy a comer? Me mirare bien con la ropa que estoy usando hoy en
la iglesia? Tengo mucho trabajo que hacer para mañana” y un sin fin de
pensamientos, que como nuestro cerebro es tan asombroso, están en mi cabeza
pero a la vez estoy cantando sin tener conciencia de que lo estoy haciendo
automáticamente, pero de repente hay algo en mi, se que es mi espíritu, que me
dice: “te das cuenta de lo que esta pasando? volve acá, pone atención a lo que
estas haciendo y adora sinceramente”. Es cuando mi corazón pide perdón a Dios y
vuelvo a adorarle y hacerlo de verdad.
Hemos hecho de aplaudir una costumbre, y muchas veces
simplemente lo hacemos para llevar el tiempo de la canción que cantamos, pero
no nos damos cuenta que cuando se aplaude es para aclamar la grandeza de
nuestro Dios.
Dios busca y pide esos adoradores que dejan todo lo que les
agobia o preocupa para otro tiempo, y se meten al rollo cuando es el tiempo
para El. Aquellos adoradores que dejan
que su espíritu se toque con el de Dios y que su corazón sea abrazado por su
majestad y su hermosura. Aquellos que solo dejan que sus rodillas se doblen
porque están en la presencia de su Rey y se postran ante El, que no cesan de
decirle palabras de amor y abren su boca no porque están pensando en que decir,
sino porque su corazón estalla en esa adoración, y no pueden contener sus
lagrimas como de niño ante el abrazo de nuestro Dios maravilloso y excelso. Esa
es la adoración en espíritu y verdad que Dios busca en nosotros y que estoy,
aunque sea poco para todo lo que El ha hecho, dispuesto o ofrecerle.
Dispongamos nuestros corazones y nuestro ser para ser un perfume grato a sus
pies.
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