SED DE DIOS
¡Cuán preciosa, Dios, es tu misericordia! ¡Por eso los
hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas! Serán completamente
saciados de la grosura de tu Casa y tú les darás de beber del torrente de tus
delicias, porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la
luz. (Salmo 36:7-9)
¿Cuál ha sido tu agenda esta semana?
¿Cuántas horas le has dedicado tu atención completamente a Dios? ¿Has estado
muy ocupado con tus clases o trabajo? A veces se vuelve difícil orar especialmente
cuando no hemos tenido tanta comunión con Dios. Otras veces le hemos fallado a
Dios y nos da pena presentarnos delante de Él porque nos sentimos muy culpables
aunque tal vez ya le pedimos perdón. No importa cuál sea tu situación, si
realmente queres recibir de Dios hay algo que podés hacer para acercarte a Él y
eso es: Adorarlo.
Adorar no es cantar, no es recitar
palabras bonitas o de amor, no es ni siquiera portarse bien… aunque cada uno de
estos podrían ser expresiones de adoración. Pero una forma sencilla de ver la
adoración es que en tu corazón determines que Dios es el centro de tu vida y no
habrán dioses aparte de Él. Es buscar y llegar a gozar de la presencia de Dios
y nada más que eso. No debes buscar llenarte con nada más que la presencia de
Dios, y no debes conformarte con nada menos que eso (A. Rodgers). Una forma
práctica de adorar es estar con Dios pero no pedirle por peticiones, no pensar
en tus debilidades o pecados ni tratar
de aprenderte un versículo o seguir el orden correcto de la oración; sólo
detenerte un momento y pensar en la grandeza de Dios, pensar en su poder
incomparable, en su sabiduría inigualable; por ejemplo, existen trillones de
estrellas y Él conoce sus nombres y a la vez sabe cuantos cabellos hay en tu
cabeza. ¡Dios es hermoso!
Cuando adoras a Dios todo queda en
perspectiva. Si estabas con problemas, se ven diminutos e insignificantes. Tus
necesidades pasan a un segundo plano. Tu corazón es llenado increíblemente y no
te sentís necesitado de algún amigo, novio o familiar. Llega ese momento donde
sólo queres obedecer a Dios y si tu vida se ha sentido monótona, rutinaria o
gris, de repente cobra sentido. Aún tu dolor o herida recibe consuelo y
sanidad. Sólo por estar en la presencia de Dios.
No importa cuan necesitado estés en
este momento y cuantas peticiones tengas. Primero, adora a Dios, tal vez lo
único que necesitas es eso. Dicen que tomamos tan poca agua que muchas de la
veces que sentimos hambre lo que realmente tenemos es sed. Tal vez tu hambre de
placer, éxito, afecto o incluso paz... es realmente sed de Dios. Busca la
presencia de Dios, no te llenes con nada más que eso y no te conformes con nada
menos que eso.
*Un consejo: buscar a Dios no es como calentar
algo en el microondas, buscar a Dios implica esperar delante de Él, a veces sin
palabras o tal vez con una canción de fondo, pero confiando en que Él está ahí
en tu cuarto o baño o donde sea que te apartes; lo que importa es tu actitud,
pero Él está cercano a todos los que lo buscan, a los que lo buscan de veras.
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