martes, 3 de diciembre de 2013

Salmo 121:Que Las Montañas Te Recuerden- Reflexión Martes 3 de Diciembre, 2013

Levanto la vista hacia las montañas,
    ¿viene de allí mi ayuda?
¡Mi ayuda viene del Señor,
    quien hizo el cielo y la tierra!
Él no permitirá que tropieces;
    el que te cuida no se dormirá.
En efecto, el que cuida a Israel
    nunca duerme ni se adormece.
¡El Señor mismo te cuida!
    El Señor está a tu lado como tu sombra protectora.
El sol no te hará daño durante el día,
    ni la luna durante la noche.
El Señor te libra de todo mal
    y cuida tu vida.
El Señor te protege al entrar y al salir,
    ahora y para siempre.
 Salmo 121

El Salmo 121 es sin duda uno de mis favoritos. Puesto que vivimos en un valle literalmente podemos hacer lo que dice este Salmo: levantar la vista y ver las montañas (¿alguna vez te has fijado que en San Pedro Sula a cualquier punto que voltees a ver el horizonte siempre incluirá montañas? ¡Es realmente hermoso!).  Es interesante saber que para el salmista esto de alzar los ojos a los montes tenía un significado que a lo mejor a nosotros se nos escapa.

A lo largo de la Biblia encontramos que los montes fueron testigos de grandes acontecimientos. Algunos de los muchos montes mencionados incluyen: El Monte Sinaí, lugar donde Dios le dio los diez mandamientos a Moisés; el Monte Carmelo, donde Elías desafió a los sacerdotes de Baal y descendió fuego del cielo; el Monte de los Olivos, donde Jesús realizaba frecuentemente sus oraciones y donde se encontraba el día que fue arrestado. Para los Israelitas, los montes eran lugares santos y propicios para la adoración. Estos mismos montes constituyeron un factor determinante en el adulterio espiritual del pueblo de Dios. Los «lugares altos» eran los sitios donde el pueblo ofrecía sacrificios y quemaba incienso a los ídolos y donde se regían estatuas paganas. Un ejemplo de esto lo encontramos en 2 Reyes 17:10

 Levantaron columnas sagradas y postes dedicados a la diosa Asera en la cima de cada colina alta y debajo de todo árbol frondoso.

 Bajo este contexto podemos ahora imaginarnos al salmista mirando los montes, con imágenes y altares dedicados a otros dioses, y preguntándose ¿de dónde viene mi ayuda? Se responde a sí mismo: no de esas figuras y esos dioses extraños sino del "Señor que hizo el cielo y la tierra".  Continúa en ese mismo tono de confianza recitando quién es Dios y sus acciones a nuestro favor  "no permitirá que tropieces…no se dormirá…te cuida…como tu sombra protectora…te libra de todo mal…te protege…ahora y para siempre”. El salmista decide poner su confianza no en las montañas o en los ídolos que estaban en esas montañas, si no el Creador de la montaña.


¿Estás en necesidad de ayuda, de protección? No alces tus ojos a los montes, no pongas tu esperanza en los dioses de este mundo, pero que las hermosas montañas que te rodeen te sirvan como un recordatorio constante del Creador, ese Dios poderoso quien te ayuda y te protege. 

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