Levanto la
vista hacia las montañas,
¿viene de allí mi ayuda?
2 ¡Mi ayuda viene del Señor,
quien hizo el cielo y la tierra!
2 ¡Mi ayuda viene del Señor,
quien hizo el cielo y la tierra!
3 Él no permitirá que tropieces;
el que te cuida no se dormirá.
4 En efecto, el que cuida a Israel
nunca duerme ni se adormece.
el que te cuida no se dormirá.
4 En efecto, el que cuida a Israel
nunca duerme ni se adormece.
5 ¡El Señor mismo te cuida!
El Señor está a tu lado como tu sombra protectora.
6 El sol no te hará daño durante el día,
ni la luna durante la noche.
El Señor está a tu lado como tu sombra protectora.
6 El sol no te hará daño durante el día,
ni la luna durante la noche.
7 El Señor te libra de todo
mal
y cuida tu vida.
8 El Señor te protege al entrar y al salir,
ahora y para siempre.
y cuida tu vida.
8 El Señor te protege al entrar y al salir,
ahora y para siempre.
Salmo 121
El Salmo 121 es sin duda uno de mis favoritos.
Puesto que vivimos en un valle literalmente podemos hacer lo que dice este
Salmo: levantar la vista y ver las montañas (¿alguna vez te has fijado que en
San Pedro Sula a cualquier punto que voltees a ver el horizonte siempre
incluirá montañas? ¡Es realmente hermoso!).
Es interesante saber que para el salmista esto de alzar los ojos a los
montes tenía un significado que a lo mejor a nosotros se nos escapa.
A lo largo de la Biblia encontramos que los montes
fueron testigos de grandes acontecimientos. Algunos de los muchos montes
mencionados incluyen: El Monte Sinaí, lugar donde Dios le dio los diez
mandamientos a Moisés; el Monte Carmelo, donde Elías desafió a los sacerdotes
de Baal y descendió fuego del cielo; el Monte de los Olivos, donde Jesús realizaba
frecuentemente sus oraciones y donde se encontraba el día que fue arrestado.
Para los Israelitas, los montes eran lugares
santos y propicios para la adoración. Estos mismos montes constituyeron un
factor determinante en el adulterio espiritual del pueblo de Dios. Los «lugares
altos» eran los sitios donde el pueblo ofrecía sacrificios y quemaba incienso a
los ídolos y donde se regían estatuas paganas. Un ejemplo de esto lo
encontramos en 2 Reyes 17:10
Levantaron columnas
sagradas y postes dedicados a la diosa Asera en la cima de cada colina alta y
debajo de todo árbol frondoso.
Bajo este contexto podemos ahora
imaginarnos al salmista mirando los montes, con imágenes y altares dedicados a
otros dioses, y preguntándose ¿de dónde viene mi ayuda? Se responde a sí mismo:
no de esas figuras y esos dioses extraños sino del "Señor que hizo el cielo
y la tierra". Continúa en ese mismo tono de confianza recitando
quién es Dios y sus acciones a nuestro favor "no permitirá que tropieces…no se dormirá…te
cuida…como tu sombra protectora…te libra de todo mal…te protege…ahora y para
siempre”. El salmista decide poner su confianza no en las montañas o en los
ídolos que estaban en esas montañas, si no el Creador de la montaña.
¿Estás en necesidad de ayuda, de protección? No
alces tus ojos a los montes, no pongas tu esperanza en los dioses de este
mundo, pero que las hermosas montañas que te rodeen te sirvan como un
recordatorio constante del Creador, ese Dios poderoso quien te ayuda y te
protege.
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